Hoy es 8 de marzo de 2023, ¡increíble que ya este cuerpo tenga 33 años!
Decidí escribir una reflexión para este Día Internacional de la Mujer Trabajadora y volviendo un poco a recordar el motivo por el cual se conmemora, releyendo la historia, se me aprieta el corazón y se me llenan los ojos de lágrimas. No de tristeza, porque entiendo que la vida pasa, a todos nos pasa de una manera u otra. La verdad es que me emociono de pensar en cómo pasaron y en la huella que una puede dejar en la vida de otros cuando abrazamos el coraje.
Mi mente automáticamente me lleva a recordar cómo bajo la piel de mujer emprendedora, empoderada y valiente que muchas veces se ve en el exterior, se oculta (con mucho éxito) una gran fragilidad. Bajo los logros, los proyectos, las charlas y viajes, existe y siempre estará la Lucía de 6 años, la de 15 y la de 24. Aún hay trabajo por hacer en comprender los dolores del sótano de todas ellas, y ahí creo yo que es en donde está el verdadero coraje.
Ya conocemos y tenemos ejemplos de lo que podemos lograr hacia afuera, eso que ayuda en el crecimiento de la madurez como sociedad, pero en mi opinión el trabajo más importante es el interno, el de crecimiento, el de aceptación y reconocimiento. Este es el que tiene el mayor impacto ante mi punto de vista. Y aunque es invisible para la mayoría, es expansivo, porque toda acción externa se ve permeada y afectada por tu forma de ver la vida y de verte a vos misma.
Ahí es en donde yo quiero dar el gran reconocimiento y aplauso (no sólo hoy, sino todos los días), a todas esas mujeres que están trabajando en sí mismas, a quienes se están animando a mirarse, a conocerse, a entenderse y amarse día tras día más allá de la velocidad y dificultad de la cotidianidad. Porque creo que ahí está realmente el gran coraje, en la deconstrucción del papel que a veces tanto nos creemos, en la construcción del amor propio y retornar a nosotras el poder de ser felices y plenas, más allá de todo.
Más que un feliz día quiero decirte: “Sé feliz mujer”